Érase una Hukia a un bolso pegada.

El Martes fui a Zaragoza. Fue una visita fugaz, por trabajo, y acompañada por mi jefe y un par de guiris. Ellos habían madrugado bastante y quedamos que nos encontraríamos allí. Cuando nos vimos, en las inmediaciones del Pilar, mi jefe me preguntó qué es lo que había hecho durante la mañana. Supongo que esperaba una respuesta tipo: Me he reunido con tal cliente, he hablado con no se quién, he quedado la semana que viene con fulanito... Pero yo, con una sinceridad que rozaba la estupidez, le respondí que me había ido a comprar dos bolsos.

Se empezó a reir mientras me miraba con cara de: "Soy tu jefe, no hace falta que me digas que en horario de trabajo te has ido de compras". No pude mentir ni callarme, estaba tan contenta con mis adquisiciones.... Bueno, a día de hoy sólo tengo uno de los bolsos.

En cuanto supe que íbamos a ir a Zaragoza cada uno en su coche y nos reuniríamos allí, hice una llamada a la persona que hace los bolsos más bonitos del mundo. Me pasé por su taller a la hora acordada para comprar un bolso en tonos azules y marrones porque este año me ha dado por el azul. Como no tenía ninguno en esos colores que me gustase, elegí la tela y la piel y en 15 días me lo hará. Pero claro, las cosas no son tan fáciles. Cuando me enseñaba los bolsos que tenía me enamoré. Había un bolso en tonos verdes y amarillos que era una pasada. Como podéis imaginar, no me pude resistir.

Lo estrené ayer y voy feliz por el mundo con mi bolso amarillo y verde. Aunque casi no tenga ropa que le vaya bien (eso es secundario, ya me compraré), aunque yo quisiera uno azul y marrón. Voy caminando y pienso que todo el mundo se queda mirando a mi bolso y me da miedo que me lo roben. No por el contenido, sino por el bolso en sí. Es tan bonito...